La religión del New Age es el análogo ABC1 de los evangélicos. El salva vidas espiritual de los borrachos y delincuentes salió de la misma fábrica que el de los erotómanos pastilleros de las fiestas electrónicas. Cada día veo con mayor claridad que los instintos son los mismos en todas las capas sociales y que las formalidades del rito son una cuestión de marketing. OMO o DRIVE, el mismo blanqueamiento en distinto formato. ¡Ensuciarse hace bien!
domingo, 15 de septiembre de 2013
Young lady
Young lady, you are almost as beautiful as the landscape, but time is an old acquaintance of the last, whilst you, haven't yet been introduced.
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Marginalia
Fragilidad
La vida es la fragilidad de la materia; la conciencia la fragilidad de la vida; la sabiduría la fragilidad de la conciencia. Existir es el vértigo de tambalearse.
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Marginalia
Aves del mediterráneo
¿Como
se llaman las aves que cada día cuando el sol se pone pueblan los cielos del
mediterráneo retozando en el éxtasis de su vuelo? He de inventarles un nombre, pues me rehuso a tomarlo prestado de la prosa de una enciclopedia. Imposible
ver en sus dichosos espirales un puro mecanismo, o describir su movimiento con
la brocha ingenua de un disecador. Su trino espontáneo me parece una suerte de
invocación; la jornada termina y la brisa benigna anticipa misteriosos placeres
alados en los recovecos de Cappadocia. Una distancia grande me separa de estas
bestezuelas y con todo mi mirada se involucra en su vuelo; siendo un enigma si
lo dota o se embebe de su sentido. Mis alas son invisibles pero me llevan donde
quiero. Soy el vuelo, el ave y el observador. Su éxtasis vuélvese el mío. Estoy
fuera de mi y me conozco.
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Poemas
sábado, 31 de agosto de 2013
El mito de la originalidad (o Mater semper certa est)
La originalidad es la transposición de un plagio; el hechizo que nos lleva cada vez a presenciar el nacimiento de una idea. Lo nunca visto, lo legítimamente original, es más una certidumbre psicológica que empírica. Se pierde la originalidad, cuando se olvida la espontaneidad. Plagia quien, por ser conocedor de las cosas, pierde la ingenuidad de su descubrimiento. Y se podría agregar, que no hay nada más original que poner en boca de un autor célebre, un producto de nuestra cosecha. No hay fuentes exactas, como no hay ideas precisas; no hay celebridades sin equívocos. ¡Bendito seas tú, lector, que me comprendes mal! Mis ideas son semillas en busca de suelos fértiles. El pensamiento, es apenas la historia de un connubio, mancillado por infidelidades.
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Marginalia
domingo, 28 de abril de 2013
Sâma-veda
El aliento se transforma en palabra y la palabra, cuando trasciende la muerte, se trasforma en el viento, aliento de todas las cosas.
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Marginalia
viernes, 5 de abril de 2013
Monadología de la escritura
Escribir es abrir al lector las puertas de nuestra biblioteca. Así como yerra el orador que nos distrae demasiado adornando su traje, o haciendo gargarismos preliminares para limar las asperezas de su discurso, conviene al anfitrión del conocimiento que empiece por asear el polvo de sus estanterías y dar orden a su biblioteca. No es él quien nos interesa; son sus lecturas. Cuando éstas carecen de gusto, o se arrumban unas sobre otras sin armonía ni concierto, no hay arte que las vuelva amables al oído.
lunes, 18 de marzo de 2013
El pensamiento saludable
El temor a envejecer es substancia del envejecimiento; erradiquemos éste y habremos ganado en sabiduría todo aquello que temíamos perder en juventud. Pues la juventud, es un fruto que rara vez se disfruta verde y la vejez, una idea que llega demasiado pronto. Nacer es abandonar una cáscara; perder algo, es creer erróneamente, que alguna vez aquello nos perteneció. Conocer, es darlo todo por perdido; sólo entonces deja la apariencia su cáscara, pues la penetramos sin romperla.
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Marginalia
jueves, 20 de diciembre de 2012
Mejillones del norte
En mi último paso por Mejillones, tuve ocasión
de bañarme en las babas de las termoeléctricas que sin tregua, suben cada día
unos grados de ese gélido e inhumano Pacífico. Aquella saliva de progreso,
trajo consigo desproporcionadas medusas quién sabe de qué latitudes
insospechadas. Nunca conocieron las medusas lecho tan amable para su cáustico
concubinato. Atraídas por el aquel paraíso artificial, también arribaron a las
costas de Mejillones, soñadoras tortugas de las islas Galápagos, que rápidamente
encontraron en las medusas su presa suculenta. Lástima que las bolsas de
supermercado, lanzadas al agua por indolentes pueblerinos, acabaran pronto con
la inteligencia de aquellas longevas prehistóricas, pues se hallaron muchas en
las costas de Mejillones agonizando por las flatulencias del polietileno. El
precario equilibrio, que tan sabiamente había encontrado la naturaleza, fue
prontamente superado por aquellos vástagos irreductibles de la química inorgánica.
Pese a ello, los habitantes de Mejillones poco o nada sabían de estas luchas
interinas. Con la llegada del verano se instalaban porfiadamente en las costas
de su amado terruño y se hacían de admirable paciencia luchando contra bestias
de tentáculos de hasta veinticinco metros de largo, dignas de un Melville o un
Verne, sin ser ninguno de estos lectura obligatoria de sus escuelas. Las
medusas, o lo que quedaba de ellas en la arena, enterraban sus infinitas y minúsculas
agujas de soda cáustica en las pieles morenas de los habitantes de Mejillones.
Los más viejos sufrían. Los niños jugaban con aquellos gelatinosos animalejos,
como si se tratara de un veneno que por costumbre, vuélvese inocuo y hasta una
cura contra el aburrimiento. Remedios no faltaban; algunos iban armados al
balneario de una botella de vinagre, ramilletes de lavanda y toda clase de
artilugios de magia negra que no vale la pena detallar, pues la imaginación del
lector todo lo puede. En mi delirio citadino, que antes bien era un disfraz de
ignorancia afuerina, surqué aquellas aguas “vivas” apenas provisto de un bañador.
Sufrí, por supuesto, las consecuencias del contacto con tan siniestros
personajes. Pero, al no ser visibles las que yo creía yagas profundas en mi
cuerpo, practiqué el arte de la meditación, logrando en parte mitigar el
martirio físico. Después de todo, disfrutaba de unas inusitadas vacaciones en
plena semana, por asuntos que no sería literario referir aquí. En aquella
actitud de franca autosugestión, migré hacia el parque de diversiones
itinerante que visitaba Mejillones con ocasión de su aniversario. Aquellas
bestias mecánicas me resultaron todavía más absurdas que las marinas. Tagadás
trabajando al límite de su capacidad, mini montañas rusas cuyos carros
oscilaban peligrosamente sobre sus rieles, ruedas panorámicas plegables, cuya
base se encontraba apenas clavada a unos durmientes de irrisorio espesor. Era
casi un museo del horror, cuyo óxido, arteramente disimulado bajo una pintura
chillona, se adivinaba bajo el chirrido de cada vuelta. Y sin embargo… me
alegraba por aquellos habitantes, que podían convivir con tan inhóspitos
visitantes. Todo aquél espectáculo me embargó de una saudade por la infancia
que nunca viví, por una época de increíble simplicidad. “¿Y si me quedara a
vivir en Mejillones?”, pensé por un instante. Pero no, aquella inocencia estaba
perdida para siempre. Así fue mi paso por Mejillones, una breve epifanía del
citadino que disfruta con la fealdad de los pueblos, pero sería incapaz de
habituarse a ella.
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Relatos
lunes, 26 de noviembre de 2012
Histerias fuera de estación
La histeria femenina que no es acompañada de lozanía, es como el tallo repleto de espinas cuya corona, marchitada ya, quiere brillar a costa de veleidades. El castillo sin riquezas, rodeado de cocodrilos que se devoran unos a otros, a falta de príncipes que desafíen su fortaleza. Un adorno ridículo, por la ausencia de ocasión para lucirlo.
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domingo, 21 de octubre de 2012
Lava enfriada
Imposible estar a tono en este lamentable espectáculo de títeres. Veo la imagen de Pessoa en las ramblas de Barcelona, anacrónico oficinista de museo. Veo a Nietzsche entrando a su clase de filología con las botas llenas de barro; una parodia romántica de un cuadro de Caspar David Friedrich. Veo a cualquiera que espera ver su lápida restaurada, o rehecha desde su cimiento, sus palabras en el epígrafe de otro sin talento; adorno incómodo de aplaudidos devaneos. Todo esto me embarga de una tristeza fuera de estación. Y pienso que sin esa nulidad, sin ese deseo de un otro que aún no existe, no serían imperecederas las palabras lanzadas al espacio, desaforadas en medio de la multitud. Si alguien nos escuchara o nos comprendiera, estamos muertos antes de tiempo. Pero si nuestras intuiciones resultan absurdas, oscuras a nuestros coetáneos, es que hemos empollado un huevo, un fósil de nosotros mismos con la dureza suficiente para esperar nuevas auroras. Nadie bebería la lava que brota de un cráter. La forma, es pasión enfriada.
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martes, 2 de octubre de 2012
domingo, 30 de septiembre de 2012
Derecho de pernada
¿Quedará todavía un lugar en el mundo donde pueda ser un soberano, ofrecido cada día con las vírgenes más tiernas de la región? ¡Qué lamentable que se haya perdido el tan noble derecho de pernada! Amamos la soberanía, aunque sea la de un reino absurdo. Desearíamos ser exiliados a la región más recóndita, donde, por una coincidencia maravillosa, fuésemos confundidos con un semidios y ejercer allí el poder ilimitado de la imaginación. Cada monarca es como un niño, sólo le bastan los juguetes y la ocasión para elevarse sobre este mundo harto de mezquindades.
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Exóticos Destinos
Entre los destinos más curiosos de los libros que he prestado y perdido, se encuentra el de Lolita de Nabokov, que por una circunstancia demasiado barroca para ser referida en esta pequeña nota al margen, llegó a las manos de un viejo maníaco apodado "El tío Czekalo", oveja negra sin parangón de las genealogías familiares de toda laya. Este personaje, verdadera pieza de colección del delirio tremens y bucato di cardinale para todo connoisseur de la psiquiatría contemporánea, acostumbraba a hojear el libro en sus ratos de ocio (es decir siempre) y desesperado ante las posibilidades ilimitadas de ninfofilia presentadas por el maestro ruso (Fantastique, Magnifique!), salió a la calle protestando que el libro era la inmoralidad más grande escrita jamás. Acto seguido le prendió fuego frente a tercera comisaría del barrio Brasil y ante las amenazas de carabineros y bomberos, ahogó la pequeña pira orinando sobre sus páginas. Fair well Lolita!, algún día te traeremos de vuelta de los infiernos privados y procuraremos que tu nombre no caiga otra vez en el ex-libris de mi biblioteca.
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martes, 31 de julio de 2012
Lingua ignota del tiempo
Ver cómo cambia el pelaje de las bestias con las estaciones, cómo eclosionan o se marchitan las flores, leer una montaña como el cauce de un río absurdamente lento, hojear los siglos como las páginas de un libro y el propio cuerpo como un salto que por un instante, pusiera en duda la gravedad de todo.
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lunes, 9 de julio de 2012
Laws of attraction
People want to be loved so desperately, they forget the
more desperate they are, the less attractive they look to others. By the same
principle we feel attracted to a sweet fruit, she is in no need of us nor the
tree that gave her a rounded shape. To be full is to have accomplished
something altogether different from need or desire, and to claim your share of
love as gravity claims it from the fruit once she is ready to be relished.
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Marginalia
Biblioteca
Reordenar la propia biblioteca es organizar la historia de accidentes de nuestro pensamiento. El orden estaba allí, desde el primer libro, aunque en potencia. Hacía falta desenvolverlo; desplegarlo; llenar los vacíos con la avidez de un puzzle. El paisaje del puzzle es una alucinación y el hambre de las piezas, su hechicería. Al final del camino, la sabiduría es ella misma un feliz accidente, una piedra en el camino con el ángulo suficiente para formar un arco. Si el pensamiento pierde a veces su música, es porque se resiste a los azares y todas las notas le parecen igualmente probables. De ahí que sean escasos los hombres que piensan como respiran y no exista aún, aquel que pueda con su pensamiento, hacer florecer los árboles.
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miércoles, 27 de junio de 2012
El Diletante
El diletante
tiene respecto al académico una ventaja muy señalada. A él se le revela de
tanto en tanto el placer del bosque, mientras al segundo le es prácticamente
imposible, pues ha hecho de los árboles la fuente de su sustento y sus encías
se hallan ya, demasiado irritadas por el aserrín.
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lunes, 18 de junio de 2012
Aspiraciones
Por las
aspiraciones pedestres de algunos, hemos de suponer que su morada inicial fue
la alcantarilla.
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Atrapar algo
Atrapar algo es dejarlo ir, o hacerse en extremo sutil y
desaparecer con la substancia de lo que se pierde. El deseo es el misterio
detrás de la forma, el hálito que no se agota, un amor sin objeto, como la
circunstancia veleidosa de respirar o morir.
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domingo, 17 de junio de 2012
En sueños nos damos cita
En sueños nos damos cita,
En una esquina cuyo mapa hemos imaginado,
Con pasmosa exactitud,
Hasta en sus más ínfimos detalles.
El mapa no es una ciudad,
es un espacio deformado por nuestro deseo,
como el lecho se pliega al dormir,
para mejor procurarle el sueño.
De tanto dormir y soñarnos,
Hemos aprendido el sonambulismo de nuestras ciudades,
Alejadas por accidentes geográficos,
Que nada tienen que ver con la agrimensura del amor,
Nos creen idos,
Y tienen razón.
No conviene despertarnos de súbito,
Porque moriríamos.
Y es que cada vez que nos damos cita,
Nos transportamos a esa tarde fijada en la memoria,
Y una brisa benigna nos envuelve
A la sombra de un ciruelo,
Y no
importa dónde estemos.
Tarde que de tanto soñarla,
Vive por sí misma,
Y parece al cabo,
Que es ella la que nos sueña,
Reunidos
bajo su manto.
Santiago, Enero 2012
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