Voy a relatarlo en orden, para no perder su significado, ajeno a mí,
como estas palabras que me salen a borbotones, testigos indómitos de una
fatalidad vedada.
Un yo te quise insoportable, abrumador,
Un corre que te pillo, para perder de vista la memoria del
presente,
Un éxito silencioso, insuficiente, poco auspicioso.
Un beso tirado al aire, como haberse perdido la mitad de la película.
Un chiste en otro idioma, o quizá la vida misma,
como si nos
viniera transformada.
Basta asumir la equivocación y ser una mejor persona,
un curita
noble que recibe regalitos,
impresos como un sello de agua en sus sábanas.
Boquita que me besas insustancial, en un tiempo remoto como al
alcance de la mano.
Luego vendrá el temblor, que nos estremece boquita, como
una ola que viniera a dar cuenta, de la debilidad de nuestra embarcación.
Y tú y yo nos vendríamos abajo, con nauseas dichosas,
un juego de
carrusel para nuestras mientes, un ejercicio bellísimo de inconsistencia.
Arriba abajo, la alfombra que nos asusta, que nos remece para
despertarnos y contarnos que viajamos. ¿Sabías que viajábamos boquita? Una
boquita hecha de palabras, como dibujada…
Mi insistencia te lastima, te raspa palabras para dibujarte, para
saber quién eres.
Te cuenta, en la holgura de una oscuridad redentora,
Que tampoco estaba muy segura de quererte y que la perdones por
perseguirte, cuando no sabía que eras una y la misma sombra.