Reordenar la propia biblioteca es organizar la historia de accidentes de nuestro pensamiento. El orden estaba allí, desde el primer libro, aunque en potencia. Hacía falta desenvolverlo; desplegarlo; llenar los vacíos con la avidez de un puzzle. El paisaje del puzzle es una alucinación y el hambre de las piezas, su hechicería. Al final del camino, la sabiduría es ella misma un feliz accidente, una piedra en el camino con el ángulo suficiente para formar un arco. Si el pensamiento pierde a veces su música, es porque se resiste a los azares y todas las notas le parecen igualmente probables. De ahí que sean escasos los hombres que piensan como respiran y no exista aún, aquel que pueda con su pensamiento, hacer florecer los árboles.
lunes, 9 de julio de 2012
Biblioteca
Reordenar la propia biblioteca es organizar la historia de accidentes de nuestro pensamiento. El orden estaba allí, desde el primer libro, aunque en potencia. Hacía falta desenvolverlo; desplegarlo; llenar los vacíos con la avidez de un puzzle. El paisaje del puzzle es una alucinación y el hambre de las piezas, su hechicería. Al final del camino, la sabiduría es ella misma un feliz accidente, una piedra en el camino con el ángulo suficiente para formar un arco. Si el pensamiento pierde a veces su música, es porque se resiste a los azares y todas las notas le parecen igualmente probables. De ahí que sean escasos los hombres que piensan como respiran y no exista aún, aquel que pueda con su pensamiento, hacer florecer los árboles.
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Marginalia
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