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lunes, 30 de mayo de 2011

Orson Welles plagiando a André Gide?

"You know what the fellow said – in Italy, for thirty years under the borgias, they had warfare, terror, murder and bloodshed, but they produced Michelangelo, Leonardo da Vinci, and the Reanaissance. In Switzerland, they had brotherly love, they had five hundred years of democracy and peace, and what have they produce? The cuckoo clock." (Orson Welles, 1949)


Por algún motivo faltaba un trozo de diálogo para una escena en el guión de The Third Man, película dirigida por Carol Reed y escrita por Graham Greene. Según Orson Welles, quien interpreta en este filme un inmoral personaje con claras alusiones al superhombre nietzscheano, las palabras le vinieron a la mente de un viejo drama húngaro, cuya existencia hasta el día de hoy ha sido imposible rastrear. Greene concedió a Welles el debido reconocimiento en una nota al pie de su guión definitivo y en cambio Welles, fue sabio al atribuir la paráfrasis de un nobel reciente (1947) a un anónimo y muy probablemente inexistente dramaturgo húngaro.

"... Honrado pueblo suizo! Portarse bien no le vale para nada... sin crímenes, sin historia, sin literatura, sin artes... Un robusto rosal sin espinas ni flores." (André Gide, 1902. El Inmoralista.)








domingo, 15 de mayo de 2011

Víctimas en un gimnasio

"Only a few of us, amid the great fabrications of society, hang on to our really childish reactions, still wonder naively what we are doing on the earth and what sort of joke is being played upon us"

Georges Bataille (1949) The cruel practice of art

++++Para obrar como la Naturaleza hace falta una cuota importante de crueldad. Pero la crueldad que la Naturaleza nos dio no es más que un ensayo; un débil reflejo incapaz de igualar su maestría. Cada vez que ponemos en juego nuestra crueldad, parece que nos abalanzáramos sobre a un espejismo. Podemos destruir los objetos, pero nos quedamos sin atrapar esa fantasía que acecha tras las apariencias. ¿Qué hacemos entonces? Prolongamos el sufrimiento, le damos un carácter autónomo, independiente de toda función; hacemos de la destrucción un ritual, una invocación para que lo invisible se haga presente.


Michelangelo Carvaggio 1602 - El sacrificio de Isaac

++++No es desconocido el carácter sagrado que diversas culturas han atribuido al sacrificio de animales, aunque esta afirmación peque sin duda de un onanismo etimológico[1]. Sacrificio, se atribuye en el contexto religioso, a toda pérdida en que la comunidad incurre para rendir culto a Dios, aunque hoy haya adquirido un significado aparentemente autónomo del dominio religioso y hablemos de sacrificio como esfuerzo, desgaste, penuria. Sucede que el sacrificio, incluso en el culto religioso, no está libre de percibir un rédito. Igual que el cultivo de arroz, rendir culto a Dios con la carne de bueyes o vírgenes, tiene el claro propósito de predisponerlo a favor de las lluvias o el buen clima. Parece insólita esta concepción de Dios, tan pragmática, como si fuera una variable más que hubiese que predisponer, que hubiese que inclinar a los antojos humanos, como si fuese la tierra que hay que abonar antes de sembrar, o la bestia enjaulada cuya furia quiere apaciguarse antes de la función. Pero es que en el fondo, sólo en raras ocasiones se aleja el ser humano de una secuencia funcional. Dios, la meteorología, la tierra, la flora, la fauna; constituyen un mundo que hay que doblegar con distintas clases de trampas, anzuelos y golosinas. Esta es la disposición natural del hombre, sea o no científico su espíritu; es incapaz de resistir el impulso de influir en su entorno de manera favorable a su propia conservación. En esta concepción del sacrificio, lo sagrado es una moneda de cambio entre tantas otras, un desgaste productivo e incorporado dentro del esquema básico placer/displacer propuesto por el psicoanálisis freudiano.

Suerte en el juego

++++Concedido lo dicho hasta ahora, resta con todo un problema, porque aún aceptando el carácter pragmático de la práctica religiosa, se ha omitido por completo su carácter epifánico. ¿Cómo se origina éste? ¿Es la causa o el efecto de la representación sacrificial? Hay un experimento de Skinner muy bonito que nos puede ilustrar al respecto. En una situación de laboratorio, un grupo de palomas es sometida a una rutina de aprendizajes condicionados donde el refuerzo es grano, mijagas, o lo que sea que coman esas pobres brutas. El alimento es liberado de manera mecánica cada vez que la paloma produce la conducta que se quiere reforzar. Una vez que han sido condicionadas con éxito, Skinner -el Dios en este mundo reducido de las palomas de laboratorio- decide mediante una secuencia "aleatoria", la aparición o supresión del refuerzo, dejando éste de verse asociado a las conductas aprendidas. En vista que no se libera alimento, las palomas comienzan un comportamiento repetitivo o "baile" como Skinner lo denominó, refiriéndose a la potencial y demasiado obvia analogía con la especie humana. El estudio aparece el año 1948 en el Journal of experimental psychology , bajo el título de "Superstition in the pigeon"

++++El comportamiento de la paloma, es a todas luces un comportamiento sui generis; la paloma no sabe lo que es un baile, de hecho no sabe lo que está haciendo, pero está convencida que alguna de sus muchas gesticulaciones va a producir la aparición del refuerzo. Las palomas son pragmáticas; "un grano no es igual a dos", nada se les escapa, pero son malas calculando probabilidades. Muy posiblemente, los sacrificios humanos, los exhaustivos rituales, todo ese desgaste inmenso de energía y vida, estuvo asociado en sus comienzos a una conducta supersticiosa. Desesperado debió haber sido el primer sacrificio humano; un último recurso. Pero claramente ese último recurso implicaba un aumento probabilístico de la consecuencia perseguida –por ejemplo las lluvias– de otro modo no sería un último recurso. De modo que, una vez asociado el sacrificio a la aparición de un resultado cada vez más probable, se constituyó como el recurso más potente; la prueba innegable que Dios se alimentaba de hombres.

Representación sacrificial

++++Éste pudo muy bien haber sido el derrotero evolutivo de la superstición, pero no explica el carácter profundamente disruptivo que tiene en la vida del hombre lo sagrado. Y es que en lo sagrado encontramos, además de un rédito palpable, que puede expresarse como "la buena fortuna" o "la buena salud", una experiencia epifánica, una visión de lo que está vedado al hombre cotidiano. En el sacrificio vemos por decirlo así, el cuerpo por dentro, la existencia hecha jirones. No sin motivo estuvo prohibida durante tantos siglos la exhumación en el mundo cristiano, probablemente porque ésta arreciaría el impulso de ver y luego desarmar sistemáticamente toda la creación de Dios. Una representación es siempre en nuestro esquema, el deseo sublimado de destruir la existencia. Contar una historia es destruir la existencia. Crear un personaje inexistente, o una multitud de estos, hacerlos vivir, sufrir, elevarse; es destruir la existencia. Así el sacrificio produce, al menos en su carácter externo, una necesidad del instante, una necesidad del medio a costa del fin[4]. Este medio es el que llamamos representación sacrificial. No es la causa, sino el efecto imprevisto de una práctica sagrada destinada a producir, mediante el culto, la salud o la fortuna. Diremos incluso que este efecto no existía por derecho propio hasta que el espanto o el arrebato resultante de la representación sacrificial, hizo posible un estado espiritual de otro orden, donde las disposiciones del esquema placer/displacer quedaban por decirlo así suspendidas.

Sade sacerdote

++++Sacerdote tiene una etimología discutida, pero comúnmente se acepta las raíces latinas de sacer (sagrado) y dotis (dote, talento); es decir, "el que tiene el don de lo sagrado". Dentro de este esquema, podemos pensar en la aparición del Marques de Sade en la literatura de fines del siglo XVIII, con su inusitada capacidad para desplegar el horror, la fascinación que se sigue de la representación sacrificial. En sus escenarios, verdaderas cámaras de tortura y éxtasis religioso, los sacrificantes son en estricto rigor filósofos. Filósofos que a través del ejercicio de la crueldad develan los derroteros de la Naturaleza, expresada como aquella que está por sobre la virtud, la moral, o cualquier invento que pretenda enclaustrar los apetitos que ella misma ha puesto en el hombre. En este sentido, Sade cumple el rol de lo que nosotros entendemos por el verdadero sacerdote, ofreciendo a la vista o a la imaginación la representación sacrificial, donde la materia humana –el cuerpo físico o el cuerpo social– es sistemáticamente aniquilado, para revelar el verdadero mecanismo que sostiene lo viviente. De ahí quizá, la importancia capital que tiene para la representación del sacrificio, el que éste tenga lugar como "ofrenda", es decir, que la materia del sacrificante y el sacrificado sea la misma. El sacrificante en Sade; usualmente un hombre con poder irrestricto sobre otro, puede, aunque sólo sea momentáneamente, invertir los papeles con su víctima. Lo que demuestra que él mismo es sujeto de la crueldad, a la que es incapaz de usar como mero instrumento. Interesa en Sade el carácter ritual de sus puestas en escena. Después de un tiempo leyéndolo, el lector entra en un estado de conciencia en que se revela probablemente el absurdo más grande de la vida en ausencia de Dios, expresado magistralmente en la frase de Dostoievsky, "Si Dios no existe, todo está permitido." La representación sacrificial entra en juego como verdadera invocación de ley, de los límites del poder y el deseo humano; lo que se fuerza en la literatura del Marques de Sade, es un estado de conciencia donde la ley humana queda en entredicho para que se revele la ley divina.

Articulando Epifanías

++++¿Y qué se persigue con ese estado de conciencia? "La cosa en sí" dirá Kant, aunque poco tuviera de místico. "La realidad antes de que la veamos" dirá Van Gogh en una carta a su hermano Theo, poco antes de automutilarse. Y es que conocemos al hombre por sus frutos, los unos buscan la epifanía fustigando la razón pura y los otros ejercitando su crueldad en el cuerpo. En todos los casos, el aniquilamiento, la crisis de una materia revela lo imposible de ver. Aunque la modernidad, que es la época crítica por excelencia, supuso una desacralización del mundo occidental, no pudo exiliar del todo la representación sacrificial; más bien la desplazó al ámbito del arte, curiosamente de la mano del "primitivismo" que figura a comienzos de siglo XX en la pintura, en oposición al arte academicista. Lo primitivo se refería a un anhelo del sacrificio. Como el arte abstracto que se ve emparentado con él, el primitivismo persiguía la autonomía de los medios frente una técnica fría, cuya fidelidad a la realidad objetiva había perdido sentido desde la aparición de la fotografía. Pero el anhelo del primitivismo, del surrealismo, del dadaísmo, de los poetas simbolistas y en general, de todas las corrientes originalmente modernas; era reclamar esa porción de lo sagrado que tuvo que abandonar forzosamente el ámbito de la religión. Lo sagrado reclamado por el arte moderno, no es el culto, las escrituras o la práctica religiosa; es el plato de fondo, el hueso sacro, lo que ha sido tachado de indigno de presentarse en la mesa. El Dios católico tal vez sea el más famélico de los dioses que existen. Sus cultores aprendieron la avaricia de Lutero.

Víctimas en un gimnasio

Spencer Tunick - Museum

++++Exiliadas de la mesa del señor, muy pronto las heterogéneas figuras de la representación sacrificial se instalaron en los museos. Como los cuadros no se quejaban, la academia pudo travestirse rápidamente hacia un barbarismo sistemático y a la vez profiláctico. Las obras de Picasso, Van Gogh, Gaugin, Malevich o Manet fueron admitidas entre los clásicos. De ahí, su paso a la mesa de los burgueses no tardó más que el gallo en cantar. Curioso devenir del arte primitivista. Casi tan curioso como el devenir del cristianismo originario en el actual catolicismo. Constantemente la representación sacrificial está siendo elevada por la academia, buscando una forma de neutralizarla, de convertirla en pura superficie, rechazando su tendencia hacia la interioridad de las cosas. Este fenómeno se ve asociado a lo que tuvo lugar en el mundo griego, en los grandes gimnasios[5] donde se cultivaba el físico masculino, siendo éstos en realidad lugares de reunión para pederastas y sus víctimas. Hasta el día de hoy la gimnopedia[6] en el arte y en todos los dominios derivados de lo sagrado, dirige su objeto a la contemplación del cuerpo académico. Reemplaza la representación sacrificial por un puro despliegue de movimientos gimnásticos, perfectamente ordenados y normados. El arte como técnica, puede representar a Picasso, Malevich o a tantos otros modernistas, pero está condenado a ser una representación subsidiaria en la medida que Picasso y Malevich han perdido su valor sacrificial al entrar al museo. Así quizá pueda resumirse la posmodernidad, un gran gimnasio o un museo repleto de superficies donde lo sagrado parece ya, algo imposible.


[1] Según el filólogo español Joan Corominas, autoridad indiscutible en la materia, sagrado, sacerdote y sacrificio, todas provienen de la raíz sacro. El hueso sacro por su parte, habría obtenido su apellido por metonimia, pues era la parte ósea de las víctimas que se ofrendaba en sacrificio a los dioses, es decir, la presa más apetecible a la voracidad divina.

[4] Considérense a los santos anacoretas, a los ascetas escolásticos y toda la estirpe de hombres que fustigan, someten al hambre y las peores vejaciones su cuerpo. De esta práctica se desprende un estado de conciencia o visión capaz de revelar la verdadera substancia de las cosas.

[5] Gimnasio proviene del griego gymnos, desnudo.

[6] Gimnopedia, es la formación de gymnos y pedia (niño). Gimnopedia se conoce como el baile de los niños desnudos que se practicaba en Esparta.