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domingo, 30 de septiembre de 2012

Derecho de pernada



¿Quedará todavía un lugar en el mundo donde pueda ser un soberano, ofrecido cada día con las vírgenes más tiernas de la región? ¡Qué lamentable que se haya perdido el tan noble derecho de pernada! Amamos la soberanía, aunque sea la de un reino absurdo. Desearíamos ser exiliados a la región más recóndita, donde, por una coincidencia maravillosa, fuésemos confundidos con un semidios y ejercer allí el poder ilimitado de la imaginación. Cada monarca es como un niño, sólo le bastan los juguetes y la ocasión para elevarse sobre este mundo harto de mezquindades.


Exóticos Destinos

       
Entre los destinos más curiosos de los libros que he prestado y perdido, se encuentra el de Lolita de Nabokov, que por una circunstancia demasiado barroca para ser referida en esta pequeña nota al margen, llegó a las manos de un viejo maníaco apodado "El tío Czekalo", oveja negra sin parangón de las genealogías familiares de toda laya. Este personaje, verdadera pieza de colección del delirio tremens y bucato di cardinale para todo connoisseur de la psiquiatría contemporánea, acostumbraba a hojear el libro en sus ratos de ocio (es decir siempre) y desesperado ante las posibilidades ilimitadas de ninfofilia presentadas por el maestro ruso (Fantastique, Magnifique!), salió a la calle protestando que el libro era la inmoralidad más grande escrita jamás. Acto seguido le prendió fuego frente a tercera comisaría del barrio Brasil y ante las amenazas de carabineros y bomberos, ahogó la pequeña pira orinando sobre sus páginas. Fair well Lolita!, algún día te traeremos de vuelta de los infiernos privados y procuraremos que tu nombre no caiga otra vez en el ex-libris de mi biblioteca.