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domingo, 21 de octubre de 2012

Lava enfriada



Imposible estar a tono en este lamentable espectáculo de títeres. Veo la imagen de Pessoa en las ramblas de Barcelona, anacrónico oficinista de museo. Veo a Nietzsche entrando a su clase de filología con las botas llenas de barro; una parodia romántica de un cuadro de Caspar David Friedrich. Veo a cualquiera que espera ver su lápida restaurada, o rehecha desde su cimiento, sus palabras en el epígrafe de otro sin talento; adorno incómodo de aplaudidos devaneos. Todo esto me embarga de una tristeza fuera de estación. Y pienso que sin esa nulidad, sin ese deseo de un otro que aún no existe, no serían imperecederas las palabras lanzadas al espacio, desaforadas en medio de la multitud. Si alguien nos escuchara o nos comprendiera, estamos muertos antes de tiempo. Pero si nuestras intuiciones resultan absurdas, oscuras a nuestros coetáneos, es que hemos empollado un huevo, un fósil de nosotros mismos con la dureza suficiente para esperar nuevas auroras. Nadie bebería la lava que brota de un cráter. La forma, es pasión enfriada.

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