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domingo, 4 de enero de 2009

Reflexiones en torno al Paraíso

Acabo de leer en una novela de Vila-Matas: “la invención más fácil para el hombre es la del paraíso”. No sé con exactitud cuál era el sentido de esta frase, pero al escribirla, el autor se arriesga a tantos significados como lectores haya, de ahí que me perdone -si es que algún día llega a leer mi interpretación- las libertades que me concedo. Después de todo, el escritor barcelonés debería estar agradecido que siquiera lo mencione, porque en literatura no son escasas las muestras de suma ingratitud con los originales.

Decía que me interesó esto de que el paraíso fuera la invención más fácil, porque es sorprendente cómo la mítica existencia del edén, se convierte en la práctica, en un dispositivo para nuestra infelicidad. “¿Qué hiciste hoy?” “¿Adónde vas mañana?” “¿Saliste de fiesta, a quién conociste?” “Lo estarás pasando fantástico...” Son aseveraciones que se recogen en cualquier conversación. Reúnen el germen de toda expectativa, deseosa de ser satisfecha con un relato interesante, el conjunto de anécdotas frenéticas que el interlocutor espera como si asistiera a la proyección de una película. Pero no hay héroes en la vida que se asemejen tanto a los del cinematógrafo, que después de todo, tienen el defecto importante de una vida breve. La vida humana está llena de aburrimiento, más aburrimiento del que el decoro puede hacer gala. También está repleta de tormentos, que ni siquiera reúnen las cualidades necesarias para convertirse en una pieza artística, pues carecen de universalidad, y lo peor de todo, no tienen moraleja. Leer, o ver representada la propia vida, sin la omisión considerable de escenas o pasajes enteros, sería pues un despropósito sin precedentes.

Pero volvamos al paraíso. Cuando estoy sumido en estas reflexiones tan pesimistas, sólo me cabe pensar en algo: una playa, una que otra mujer de belleza floreciente, el sonido de las olas contra las rocas y esa temperatura que nos hace insensibles, como si no existiéramos. Lo mismo si es la playa o el campo, la pradera o el río. Es lo más sencillo imaginárselo, haga la prueba. ¿Pero vivirlo, es posible vivirlo? Hay breves instantes en la vida en que uno se dice a sí mismo, incluso con cierto arrobo: “!Esto es, lo estoy viviendo!”. Lamentablemente el efecto se desvanece inmediatamente. Ya somos concientes. Estamos incómodos en la silla, nos molesta la arena pegada en los genitales, tenemos demasiado calor, o algo de frío. Enseguida pasamos a la búsqueda de paliativos a esas pequeñas incomodidades. Puede decirse que la vida feliz es la que transcurre en la búsqueda de esos paliativos, mientras que la infeliz es la que ni siquiera llega a ese estado de casi plenitud, tan añorado por los hombres. Pero en fin, imaginar el paraíso es el ejercicio más sencillo y puede decirse, que la actividad humana por excelencia. Por eso que la envidia nos resulta tan fácil. Como no estamos completamente felices con nuestra vida, nos resulta más fácil creer que los otros sí lo estarán. Y entonces nos imaginamos el paraíso en el que viven ellos y al que nosotros no tendremos nunca acceso. A veces dedicamos la vida entera para alcanzarlo, y una vez el pájaro en mano, preferiríamos ver cien volando. Pero, ¿podemos abolirlo? Acabar sin más esa insidiosa enfermedad de la mente, que se esfuerza por alcanzar un estado del que la razón no puede dar cuenta. Sí, podemos abolirlo, pero, ¿nos ahorrará los pesares, los contratiempos, los tragos amargos bebidos de golpe? Probablemente los acrecentaría. La voluntad, cuadrúpedo incorregible, no puede quedarse sin presa y no desesperar, sólo puede, en un esfuerzo supremo, perseguir su propia cola y llamar a ese mordisco imposible: Paraíso.

1 comentario:

  1. En nuestra tradición judeocristiana nos representamos el paraíso como un jardín del que está excluido el esfuerzo humano, como tierra de la que mana leche y miel. Pero semejante paraíso atonta, embrutece, animaliza al ser humano. "La edad de oro no era sino un crimen diferido", ha escrito el poeta francés René Char, y también: "el confort es crimen".

    Escrito por Jorge Riechmann. En fin, otra posibilidad de abordar el tema del paraíso, como precursor o semilla del capitalismo moderno en que todos soñamos con que nos toque la lotería, la vida sin esfuerzo, la adquisición ilimitada de bienes innecesarios, etc. Da para mucho el paraíso. Yo estuve, violé a Eva y me vine para dejarle estas líneas.

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