(64) Así, cada cuerpo orgánico de un viviente es una especie de máquina divina o de autómata natural que supera infinitamente a todos los autómatas artificiales. Porque una máquina debida al artificio humano no es una máquina en cada una de sus partes (...). En cambio, las máquinas de la naturaleza (...) son aún máquinas en sus más pequeñas partes, hasta el infinito. En esto consiste la diferencia entre naturaleza y arte, es decir entre el arte divino y el nuestro.
(67) Cada porción de la materia puede ser concebida como un jardín lleno de plantas y como un estanque lleno de peces. Pero cada rama de la planta, cada miembro del animal, cada gota de sus humores es, a su vez, un jardín o un estanque igual que los primeros.
Extractos de Monadología de Leibniz. Traducción de Julian Velarde, Pentalfa Ediciones, Oviedo 1981.
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